Sin liderazgo ni estrategia, el presidente se esconde y deja que otros enfrenten la crisis
En apenas 36 horas de bloqueos y protestas, el gobierno de Bernardo Arévalo se vio obligado a dar marcha atrás con la imposición del seguro obligatorio para vehículos. Sin enfrentar directamente la situación, el mandatario dejó que fueran sus funcionarios quienes intentaran calmar la crisis, evidenciando su falta de liderazgo y capacidad de respuesta ante la presión ciudadana.
A pesar de contar con agencias de inteligencia, fuerzas de seguridad y un presupuesto millonario, el gobierno fue incapaz de sostener su propia medida. Arévalo no apareció en público, evitando confrontar el descontento y dejando claro que su estrategia ante el conflicto es desaparecer y esperar que otros resuelvan.
Un desastre en comunicación: arrogancia y desconexión con la gente
El intento del oficialismo de manejar la crisis a través de redes sociales terminó siendo un fracaso absoluto. En lugar de responder con argumentos sólidos, los defensores del gobierno recurreron a burlas, ataques clasistas y desprecio hacia quienes protestaban, demostrando una desconexión total con la realidad nacional.
La estrategia digital del gobierno, lejos de calmar la situación, alimentó aún más el rechazo ciudadano. Los guatemaltecos vieron con claridad cómo los sectores afines al oficialismo intentaron imponer una narrativa elitista y despectiva, en lugar de comprender las preocupaciones de la población.
Un contraste con la resistencia del Ministerio Público
Mientras Arévalo no pudo sostener su postura ni dos días, la Fiscal General Consuelo Porras enfrentó meses de presiones, bloqueos y ataques coordinados, tanto a nivel nacional como internacional.
Durante semanas, el Ministerio Público fue el blanco de constantes manifestaciones, con grupos organizados exigiendo la renuncia de la fiscal. Incluso llegaron hasta su residencia, pero a pesar de la presión y la falta de respaldo del gobierno, se mantuvo firme y no cedió.
Este contraste deja claro que, cuando el gobierno se enfrenta a una oposición decidida, no tiene la capacidad ni la convicción para sostener sus decisiones.
Un gobierno debilitado y sin rumbo
El desenlace de esta crisis demuestra que la administración de Bernardo Arévalo es frágil, sin liderazgo ni capacidad de gestión.
Con un gobierno que se desmorona ante la primera gran presión, queda en evidencia la incertidumbre sobre su futuro y la falta de una dirección clara para el país.