En un último acto que parece sacado de un patio de recreo, el presidente del Organismo Judicial, Óscar Cruz, cerró la sesión de la Corte Suprema entre quejas de “insultos” y “faltas de respeto”. Cruz abandonó la reunión, dejando constancia notarial para declarar inválidas todas las decisiones posteriores. Este comportamiento ha sido visto por muchos como un desplante inmaduro e impropio de su posición, dejando su gestión marcada por un acto que desentona con la seriedad que exige el cargo.