El Gobierno de Guatemala confirmó que el presidente Bernardo Arévalo no asistirá a las exequias del Papa Francisco, y en su lugar enviará a la ministra de Cultura y Deportes, Liwy Grazioso, como representante oficial. La decisión ha generado indignación, no solo por el gasto innecesario, sino porque Guatemala ya cuenta con delegación diplomática permanente en el Vaticano, que podría haber asumido la representación sin ningún costo adicional.
La ministra, cuya función no tiene relación directa con asuntos religiosos, diplomáticos ni protocolares de Estado, fue seleccionada pese a que incluso el canciller de la República habría sido una figura más adecuada si se requería presencia del Ejecutivo. La elección de Grazioso se percibe como otro ejemplo del uso discrecional de recursos públicos para viajes internacionales sin justificación real, justo cuando el propio gobierno ha reconocido problemas financieros y falta de presupuesto para temas prioritarios del país.
En redes sociales y sectores críticos se cuestiona cómo es posible que, en medio de una crisis fiscal, se siga enviando comitivas al extranjero para eventos donde no se requiere representación física, especialmente teniendo embajadores activos.
Este viaje se suma a la larga lista de desplazamientos realizados por altos funcionarios del gobierno de Arévalo, en contraste con el discurso oficial de austeridad. En lugar de priorizar las urgencias nacionales, el Ejecutivo sigue apostando por la diplomacia simbólica y costosa.