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NO TODO ES LO QUE PARECE: ¿Fue el Bitcoin diseñado para emular las características del Oro?

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El surgimiento del Bitcoin ha revolucionado el mundo de las finanzas, desafiando los paradigmas establecidos y abriendo nuevas posibilidades para el sistema monetario global. Esta criptomoneda, nacida en el seno de la revolución digital, ha generado un intenso debate sobre su naturaleza, su futuro y su relación con los activos tradicionales, especialmente el oro.

Este artículo propone una hipótesis central: los creadores del Bitcoin, al diseñar esta innovadora moneda digital, se inspiraron en las características intrínsecas y extrínsecas que han posicionado al oro como el medio de intercambio, reserva de valor y base para la contabilización económica más confiables a lo largo de la historia. A través de un análisis comparativo entre el oro y el Bitcoin, exploraremos las similitudes y diferencias entre ambos activos, y evaluaremos si los creadores del Bitcoin han logrado replicar con éxito las cualidades que han hecho del oro un activo tan preciado. Este autor le agradece a Mario René Cordón, un renombrado consultor internacional en Bitcoin, de origen guatemalteco y radicado en EUA, las consultas técnicas específicas para validar la exactitud del presente artículo.

El oro, durante milenios, ha sido el paradigma de la estabilidad monetaria. Sus propiedades intrínsecas —escasez, durabilidad, divisibilidad y portabilidad— lo han posicionado como un refugio de valor y un medio de intercambio confiable, incluso en los momentos más turbulentos de la historia. La belleza del metal precioso, además, lo ha convertido en un símbolo de riqueza y poder, consolidando aún más su estatus.

Sin embargo, en las últimas décadas, un nuevo actor ha irrumpido en el escenario monetario global: el Bitcoin. Nacido de la revolución digital, esta criptomoneda ha desafiado los paradigmas establecidos y ha generado un intenso debate sobre su naturaleza y futuro. A primera vista, el oro y el Bitcoin parecen entidades dispares: uno, un producto de la naturaleza; el otro, una creación del código informático. No obstante, al analizar sus características fundamentales, se revela una sorprendente convergencia.

Tanto el oro como el Bitcoin comparten una escasez intrínseca. La oferta limitada de oro, determinada por los procesos geológicos y mineros, ha sido históricamente un factor clave en su valor. De manera similar, el Bitcoin, con su protocolo de creación limitado a 21 millones de unidades, garantiza su escasez digital. Ambas divisas, además, son divisibles, permitiendo transacciones de diferentes magnitudes.

La producción limitada de ambos activos es otro factor clave. La minería de oro es un proceso laborioso y costoso, mientras que la minería de Bitcoin requiere una enorme cantidad de energía computacional. Esta escasez relativa contribuye a su valor. Incluso es notorio que los creadores de Bitcoin hayan elegido llamar al proceso de desarrollo de cada Bitcoin “minado”, creando un paralelismo claro con la minería del metal.

La durabilidad es otra característica común. El oro, prácticamente indestructible, ha demostrado su capacidad para preservar el valor a través de los siglos. El Bitcoin, al existir en un registro digital inmutable, también es inmune al deterioro físico. La portabilidad, por su parte, es una cualidad esencial para cualquier medio de intercambio. El oro, en forma de monedas o lingotes, puede transportarse fácilmente, mientras que el Bitcoin puede transferirse instantáneamente a cualquier parte del mundo a través de una red descentralizada.

La resistencia a la falsificación es otro aspecto relevante. La composición única del oro lo hace prácticamente imposible de imitar, mientras que el Bitcoin utiliza sofisticados algoritmos criptográficos para garantizar que tampoco puede replicarse.

La selección espontánea es otra característica que comparten estos dos activos. Al igual que el oro fue elegido por los mercados como un medio de intercambio, el Bitcoin ha ganado aceptación entre los usuarios gracias a sus propiedades antes mencionadas. Esta selección espontánea es un testimonio de la sabiduría de los mercados y de la capacidad de éstos para identificar una buena moneda.

El papel de los bancos centrales en este contexto es igualmente interesante. Históricamente, los bancos centrales han utilizado el oro como respaldo para sus monedas fiduciarias. Sin embargo, en las últimas décadas, muchos han abandonado el patrón oro. A pesar de ello, el oro sigue siendo considerado un activo de reserva y un símbolo de estabilidad financiera. Es posible que, en el futuro, los bancos centrales vayan consolidando su interés en convertir al Bitcoin como una alternativa o complemento al oro, diversificando así sus reservas y reduciendo su dependencia de las monedas fiduciarias, tal y como lo expusimos en el artículo anterior de esta columna. De hecho, la banca central de El Salvador ya posee más de 6,000 Bitcoins y mantiene su ritmo de adquisición de esta moneda de una unidad por día.

La analogía entre el oro y el Bitcoin es evidente y plantea una pregunta intrigante: ¿Fue la creación del Bitcoin intencionalmente inspirada en las propiedades del oro? La similitud en sus características sugiere que los creadores de esta criptomoneda podrían haber buscado replicar el éxito del oro en el ámbito digital. Al limitar la oferta, garantizar la durabilidad y la divisibilidad, y asegurar la transparencia de las transacciones, los creadores del Bitcoin han construido un sistema monetario que comparte muchos de los atributos del oro.

En el ámbito privado el Bitcoin también ha adquirido un gran valor como moneda de almacenamiento de valor. Ejemplos como Tesla y Microstrategy, que entre ambas ya poseen billones de dólares en Bitcoin, ya abundan. Con las adquisiciones de los bancos centrales y de las grandes corporaciones, fondos de pensiones y dueños individuales, Bitcoin se ha convertido en la 6 moneda más valiosa del mundo, siendo el oro el número uno con $14.81 Billones, seguido por el dólar norteamericano, con $5.88 trillones, el Euro, el yuan chino y el yen Japones. Incluso, el mismo Donald Trump ha expresado su intención de incorporar al Bitcoin como parte de sus reservas nacionales.

Sin embargo, las diferencias entre ambos activos también son significativas. El Bitcoin, al ser una creación digital, está sujeto a una mayor volatilidad y depende de la confianza en la tecnología blockchain, la cual asegura su inviolabilidad y trazabilidad. Además, su estatus legal y regulatorio varía considerablemente entre países, lo que introduce un elemento de incertidumbre en su futuro.

La adopción del Bitcoin por parte de algunos gobiernos, como El Salvador, ha generado un debate a nivel global sobre el papel de las criptomonedas en el sistema financiero internacional. Esta decisión ha puesto de manifiesto el potencial del Bitcoin como una alternativa a las monedas fiduciarias y ha desafiado el orden monetario establecido. De hecho, ya más de 1,000 instituciones públicas y privadas en EUA han reportado que poseen Bitcoin dentro de su estructura de capital el segundo trimestre de este año, siendo Microstrategy la mayor entre ellas, con 226,500 Bitcoin, equivalentes a $7,538 millones de dólares. En conclusión, el Bitcoin y el oro comparten tantas características en común, que éstas sugieren que los creadores de Bitcoin, claramente conocedores de las características de las monedas de valor universal como el oro, replicaron éstas en el Bitcoin a propósito para darle a esta criptomoneda la capacidad de convertirse en el “Oro Digital” del futuro, cosa que se está logrando cada vez con mayor intensidad. Esta serie de características lo posicionan no solo como un medio ágil y eficiente de intercambio global universalmente aceptado sino como un posible almacén de valor. Sin embargo, también se deben reconocer las diferencias y el contexto histórico en el que ambas monedas han surgido ya que esto es fundamental para comprender sus posibles roles en el sistema financiero. El futuro del Bitcoin no está plenamente garantizado, pero su aparición ha desencadenado una revolución en el mundo de las finanzas y ha generado un debate sobre el futuro del dinero que continuará durante muchos años.

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