La crisis migratoria en la frontera sur de México sigue siendo un tema urgente, con un alarmante aumento de migrantes que intentan cruzar la región en su camino hacia Estados Unidos. Desde las caravanas que surgen a diario hasta las tensiones por el endurecimiento de las políticas migratorias del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, las personas en movilidad se enfrentan a peligros y abusos constantes en su travesía.
En la frontera entre México y Guatemala, especialmente en Tapachula, la mayor ciudad de esta región, los migrantes no solo deben lidiar con la incertidumbre de las políticas migratorias, sino también con un creciente aumento de secuestros y extorsiones por parte de traficantes y bandas criminales.
En el camino hacia el norte, los migrantes enfrentan un panorama de violencia y abuso. Recientemente, varios reportes han documentado secuestros de migrantes en Nicaragua, donde las víctimas son retenidas por grupos criminales que exigen altas sumas de dinero para su liberación. Según testimonios de algunos migrantes, las víctimas deben pagar entre US$100 y US$200 para continuar su viaje hacia Tapachula, donde se espera recibir asistencia humanitaria o poder cruzar a México de forma irregular.
Una de las estrategias más frecuentes de los secuestradores es interceptar a los migrantes mientras cruzan por zonas rurales o desprotegidas, mantenerlos en condiciones precarias y forzarlos a pagar para liberar a sus familiares. Este tipo de situaciones, junto con los constantes abusos, hace que los migrantes vivan en una constante sensación de temor y desesperación.