El próximo debate entre Kamala Harris y Donald Trump, programado para el 10 de septiembre, será un evento crucial en la política estadounidense, no solo por el choque de dos figuras políticas de alto perfil, sino también porque podría definir la narrativa de las elecciones presidenciales de 2024. La confrontación, que tendrá lugar en Filadelfia, llega en un momento en que ambos candidatos se enfrentan a grandes desafíos: Harris debe luchar contra las críticas sobre su desempeño como vicepresidenta, mientras que Trump, a pesar de los múltiples casos judiciales que enfrenta, sigue siendo un contendiente formidable dentro del Partido Republicano.
Los estilos de preparación de Harris y Trump no podrían ser más contrastantes. Harris, consciente de la importancia del debate para consolidar su imagen, ha estado trabajando meticulosamente con un equipo de asesores experimentados. Su preparación ha sido dirigida por Karen Dunn, abogada demócrata que también ayudó a Hillary Clinton en sus debates contra Trump en 2016. Además, cuenta con el apoyo de Rohini Kosoglu, su exasesora de política interior, y Sean Clegg, un consultor político que la ha ayudado a simplificar su mensaje y hacerlo accesible. Harris busca proyectar serenidad y autoridad, algo que sus asesores consideran fundamental para atraer a los votantes indecisos que aún no tienen una opinión clara sobre ella.
Por el contrario, Trump ha adoptado un enfoque mucho más relajado. Su equipo ha evitado llamarlo “preparación de debate”, refiriéndose a las sesiones como “la hora de las políticas”. El expresidente ha celebrado solo unas pocas reuniones, algunas de ellas de manera improvisada. En lugar de ensayos formales, sus asesores, como el congresista Matt Gaetz, se han sentado con él para discutir preguntas difíciles, incluyendo temas incómodos como los cargos judiciales que enfrenta. Tulsi Gabbard, excongresista demócrata que en 2019 atacó a Harris durante las primarias presidenciales, también ha estado involucrada en la preparación de Trump, sugiriendo un enfoque más combativo.
Para Harris, el objetivo principal es sacar a relucir los aspectos más autodestructivos de Trump, un punto que ha sido subrayado por sus asesores y por figuras como Hillary Clinton, quien compartió su experiencia en debates previos con Trump. Clinton señaló cómo logró desconcertarlo al llamarlo “marioneta rusa” durante un debate, un momento que espera que Harris pueda replicar, exponiendo las debilidades de Trump y mostrando su propio temple bajo presión.
Harris también tiene la tarea de mostrarse con actitud presidencial, un reto particular al enfrentarse a Trump, quien es conocido por su agresividad y por sus ataques personales. Harris se enfocará en conectarse con los votantes indecisos preocupados por la economía y el futuro, ofreciendo soluciones prácticas a los problemas que enfrentan en su vida cotidiana.
Los asesores de Trump, que incluyen figuras cercanas como Jason Miller, le han recomendado adoptar un enfoque más calmado y enfocado, conocido como el “Trump feliz”. El objetivo es evitar que se vea como condescendiente o irrespetuoso hacia una mujer oponente, algo que podría alienar a votantes moderados.
Ambas partes ven el debate como una oportunidad crucial para definirse ante millones de votantes que aún no han tomado una decisión firme sobre Harris, mientras que Trump ya cuenta con una base de apoyo leal. Harris busca proyectar estabilidad y liderazgo, mientras Trump intentará atarla a los aspectos más impopulares de la administración de Biden. Los votantes indecisos serán el objetivo de ambos, y lo que está en juego es la capacidad de cada candidato para conectar con esa pequeña franja de la población que podría inclinar la balanza en las elecciones de 2024.
Con dos personalidades tan polarizadoras en el escenario, es probable que los momentos memorables de la noche influyan en las conversaciones políticas en todo el mundo. Si bien el resultado del debate es incierto, lo que está claro es que este enfrentamiento entre Kamala Harris y Donald Trump será un momento crucial que podría definir el tono y la dirección de la carrera hacia la Casa Blanca.