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Sembraron Vientos y Cosecharán Tempestades

La Revolución del Euromaidán acontecida en Ucrania en noviembre de 2013, fue un signo inequívoco del intento de Occidente de ampliar sus fronteras europeas hacia los Urales. Los jóvenes del Corazón del Rus de Kiev aclamaban en su plaza central su deseo de integrarse a Europa, mientras Rusia veía como otra exrepública soviética sucumbía a la propaganda de Occidente. La Administración de Obama gastó más de cuatro mil millones de USD en propaganda para Ucrania, con el fin de lograr sus objetivos políticos: sembrar esa semilla europeísta en los jóvenes ucranianos y aumentar su influencia política. El desenlace de la Revolución Naranja terminó con un golpe de Estado blando asestado por Occidente al Gobierno de Viktor Yanukòvich, quien pocos días antes suspendió la firma del Acuerdo de Asociación entre la Unión Europea y Ucrania, quedando el futuro político ucraniano en manos de Occidente.

Con la caída del muro de Berlín en 1989 y la disolución del Pacto de Varsovia en 1991 se puso fin a la Guerra Fría. La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) se disolvía, dando lugar a 15 repúblicas independientes, siendo una de ellas Ucrania. La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) fue creada para hacerle frente a la URSS en un entorno de Guerra Fría. Una vez disuelta la URSS y el Pacto de Varsovia, la continuidad de la OTAN, en principio, carecía de sentido. Sin embargo, lejos de disolverse fue incorporando cada vez más países europeos, hasta el punto de llegar demasiado cerca de las fronteras rusas, con Ucrania, poniendo en riesgo la Seguridad Nacional de Rusia.

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Esta es la versión oficial más utilizada por los grandes medios de comunicación occidentales, pero las causas de la invasión rusa de Ucrania son mucho más profundas. La balanza comercial de los países que integran la Unión Europea tiene como su principal socio comercial a China y no a Estados Unidos. Tras la II Guerra Mundial, el Plan Marshall financiado con fondos de Estados Unidos, ayudó sobremanera a reconstruir el viejo continente pero, claramente, no fue un acto gratuito. Los países europeos organizados en una superestructura: la CEE y Euratom, se convertían en pseudo colonias norte americanas, obligadas a firmar la Resolución 1514 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, con el objetivo de encarecer el origen de sus cadenas de suministro, efectivamente, las materias primas sustraídas de África. Esto imposibilitaba que los países europeos pudieran resurgir su industria e infraestructuras de posguerra, por sí mismos, teniendo que recurrir a los fondos del Plan Marshall, quedando como férreos aliados de Estados Unidos dentro del plan marco mundial establecido en los Acuerdos de Bretton Woods, que garantizan la hegemonía mundial de USA.

La irrupción de China en el tablero internacional como potencia mundial que rompe la unipolaridad o hegemonía mundial en manos de Estados Unidos, desde Bretton Woods (1944), exige medidas drásticas: el eje europeo París-Berlín debe ir siendo debilitado, hasta ser reemplazado por el nuevo eje Londres-Varsovia y las fuertes potencias europeas como Alemania deben ser económicamente debilitadas si Estados Unidos quiere seguir dominando sus pseudo colonias europeas y evitar la consolidación del proyecto de Unión Euroasiática. La Guerra de Ucrania o invasión rusa de Ucrania pone en jaque a las economías de Europa, especialmente, a las que más dependen del gas ruso, como la alemana y a su vez, pone en riesgo no solo la seguridad nacional de Rusia sino la extracción y comercio de sus materias primas, las cuales se encuentran en un 80% cerca de las fronteras de Ucrania. Esta fue la razón principal por la cual Rusia tuvo que anexarse Crimea, para garantizar que sus materias primas tuvieran acceso al mar y, por tanto, al comercio marítimo. 

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Estados Unidos y Europa, además de enviar ingentes cantidades de financiamiento a Ucrania, la surten de armas y soldados. Recientemente, Alemania, Francia y Estados Unidos aprobaron que estas armas puedan ser utilizadas por Ucrania no sólo para realizar acciones defensivas militares sino acciones contraofensivas y ofensivas contra objetivos militares rusos, lo cual abre un nuevo escenario: la utilización de armas nucleares tácticas rusas, no solo contra territorio ucraniano sino contra cualquier país integrante de la OTAN. Cabe recordar que Rusia ya tiene una economía militarizada, mientras que Europa tiene una economía de paz. Además, Rusia es muy superior en número de soldados. Si Trump es elegido como nuevo Presidente de los Estados Unidos, la OTAN muy probablemente quedará debilitada y Europa puede quedarse sola en esta contienda bélica, con una economía militar que se agotaría antes de finalizar la primera semana si entra en una guerra contra Rusia. 

En este momento, la cuestión más importante es entender si la invasión de Rusia en Ucrania supone una continuidad de la Guerra Fría, la cual no habría terminado en 1989 y por eso continuó viva la OTAN o, nos encontramos a las puertas de una Tercera Guerra Mundial. Antaño, la primera exigió medidas de contención, mientras que la segunda, respuestas militares contundentes. El error en la lectura geopolítica puede cambiar el orden mundial. Nuevamente, el gobierno ruso se presenta como el actor menos beligerante y con mayor contención. Se dará cuenta Occidente de su belicosidad en el manejo de sus relaciones internacionales y de que si sigue sembrando estos vientos va a cosechar desastrosas tempestades.

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