Guatemala, 14 de enero de 2024 – La toma de posesión de Bernardo Arévalo como Presidente de Guatemala ha sido recibida con escepticismo y preocupación. La ceremonia, realizada en el Congreso de la República, se ve empañada por acusaciones de injerencia y un gabinete que sugiere más continuismo que cambio.
Desde temprano, el ambiente en el Congreso fue tenso debido a negociaciones controvertidas para la elección de la Junta Directiva del Legislativo. Según fuentes internas, la alianza previamente establecida para liderar el Congreso se ha desmoronado, evidenciando fracturas y luchas de poder dentro de la esfera política.
El gabinete anunciado por Arévalo ha sido criticado por incluir figuras vinculadas a administraciones anteriores, lo que refuerza la percepción de que su gobierno podría ser más de lo mismo. Esta situación genera desconfianza entre los ciudadanos que esperaban un cambio real en la dirección del país.
Además, se han levantado voces críticas sobre la forma en que Arévalo ha negociado los votos para la Junta Directiva del Congreso, con acusaciones de pactos bajo la mesa y falta de transparencia. Esto pone en duda la integridad del proceso democrático en Guatemala.
La comunidad internacional, que ha asistido a la toma de posesión, observa con cautela los primeros pasos del nuevo gobierno. Las promesas de cambio y mejoramiento parecen diluirse entre las sombras de un pasado político que muchos guatemaltecos deseaban superar.
Con la asunción de Arévalo, se abre un capítulo incierto en la historia de Guatemala, marcado por la desilusión y la
esperanza de un cambio que aún no se vislumbra. Las próximas acciones del gobierno serán cruciales para determinar si este será un período de verdadera transformación o simplemente más de lo mismo en la política guatemalteca.