A pesar de que probablemente todos nosotros utilizamos dinero todos los días para adquirir bienes y servicios diversos, no todos comprendemos el fondo del tema de la teoría del dinero. Es decir, el por qué al yo entregar un pedazo de papel sin un valor intrínseco, como sería el oro, los diamantes e incluso la barra de chocolate que estamos comprando con ese pedazo de papel, la otra persona en la transacción está dispuesta a entregarnos ese bien o servicio a cambio del mismo.
Quizás todos hemos escuchado la expresión de que el dinero está garantizado por el estado que lo emite, así como antes estaba avalado por las reservas de oro que dicho estado poseía. ¿Pero, está realmente garantizado por algo tangible ese pedazo de papel? ¿O será que su garantía simplemente es de más pedazos de papel iguales al que le estoy entregando a ese vendedor?
Es claro que el dinero no es una invención reciente. Desde tiempo inmemoriales, el ser humano, en sus interacciones comerciales, usaba una multitud de bienes para intercambiar con otros y así simplificar el trueque. Era inviable llevar la vaca al mercado y quererla intercambiar por toda una lista de productos de menor valor, así como era inviable cambiar una elevada cantidad de artículos de bajo valor por uno de mayor valor.
Para evitar esas dificultades logísticas, el ser humano inventó el concepto del dinero. En Mesoamérica se utilizaba el cacao como moneda de intercambio, o plumas de aves exóticas. En otros continentes se utilizó incluso la sal, ya que era un bien que era de uso generalizado y de disponibilidad limitada. Lo importante es notar que, para que un bien se constituyera en moneda, su uso debía ser aceptado por toda la comunidad. Es decir, tenía que darse un convenio social a través del cual las personas que participaban en las transacciones comerciales de una comunidad acordaban, o al menos aceptaban, que ese bien sería recibido y aceptado por todos los que participaran de las transacciones de intercambio con esa moneda.
Este entendimiento llevó también al concepto de almacenamiento de valor. Es decir, si una persona no consumía la totalidad del valor que generaba, podría almacenar el valor sobrante a manera de ahorro, para ser utilizado en el futuro. Y así mismo, permitió comenzar a llevar registros más simplificados de las transacciones, mediante un denominador común que pudiera ser equiparable a los registros del resto de la comunidad.
Estos tres componentes fundamentales de la definición de una moneda se fueron desarrollando con el tiempo para incorporar otras funciones más sofisticadas, como por ejemplo la función que se desarrollaba cuando una comunidad comerciaba con otra, en la cual la moneda era distinta. Los participantes de esas transacciones tenían que encontrar una forma de intercambiar una moneda por otra y, lo que vino a suceder fue que la moneda proveniente de la economía más sólida se imponía a aquella proveniente de la economía menor y eso derivó en la función de divisa que esas monedas fuertes obtenían, haciéndose las favoritas para el uso en los intercambios intercomunitarios.
Con el tiempo, otro factor que se volvió relevante fue que esos bienes no pudieran ser “falsificados”, es decir, copiados o replicados porque entonces no hacía sentido que representaran un valor de cambio, ya que cualquiera los podría hacer en su casa. De este concepto surgieron las monedas metálicas, incluso acuñadas con la cara de los gobernantes de las comunidades emisoras.
En 1944, luego de los Acuerdos de Bretton Woods, se hizo general el reconocimiento de que una moneda debía representar a un bien valioso con reconocimiento global y, ya que el oro había obtenido ese reconocimiento a través de la historia, se adoptó como el soporte tangible de valor para la moneda. Sin embargo, en 1971 el principal país emisor de divisas del momento, EUA, abandonó ese “Patrón Oro” para convertir las garantías tangibles de su moneda en un modelo de garantía fiduciaria. A este tipo de moneda, emitida por un estado y que no está atada a ningún bien de valor intrínseco como el oro o la plata, se le llama “Moneda Fiat”.
La tendencia a trasladarse a este sistema de moneda se replicó en todo el mundo, no quedando ningún país del mundo que utilice el patrón oro, plata ni ningún otro bien de valor intrínseco como base de referencia del valor de su moneda. Es decir, todas las monedas de los países del mundo son de tipo FIAT o fiduciarias. Esto quiere decir que todos los gobiernos garantizan la aceptación de estas como medio de pago en sus respectivos países. Este concepto no ofrece ningún respaldo tangible a su moneda, más que el de la confianza de sus usuarios en la economía de sus países.
Con la llegada de la Cuarta Revolución Industrial, es decir con la convergencia de las tecnologías digitales, físicas y biológicas a través de la hiperconectividad, la automatización y la robotización, se desarrolló un nuevo concepto que vino a revolucionar y a hacerle una “prueba de ácido” a los conceptos tradicionales de la moneda. Este concepto seguramente ya ha sido escuchado por todos ustedes y es el de “Las Criptomonedas”.
En este punto es importante notar la convergencia de la Geoeconomía sobre el uso de la moneda. Es decir, como las estrategias de la Geoeconomía hacen uso de las monedas como herramientas en los conflictos entre los Actores Geopolíticos del mundo. Como se mencionó en un artículo anterior, el ejemplo de la globalización del dólar como una divisa mundialmente aceptada ha sido utilizado por EUA para capitalizar su liderazgo en este ámbito, permitiéndose la capacidad única de emitir moneda sin los efectos perversos de la inflación. A la vez, ya que siempre hay dos caras en la moneda, este hecho les ha dado a sus antagonistas, China, Rusia y los BRICS, un objetivo estratégico de gran impacto a la búsqueda sistemática del debilitamiento del dólar en el mundo.
El advenimiento de las criptomonedas vino a probar los conceptos básicos que componen la definición de Moneda. Primero, si a un bien, sea físico como digital, se le atribuye la función de intercambio por un grupo suficientemente grande de personas, ese bien adquiere la función de moneda de intercambio. Es decir que, si por ejemplo el Bitcoin, comienza a ser aceptado como medio de intercambio y se le asigna un valor para tal fin, por un número suficientemente grande de personas, Bitcoin se convierte en una moneda.
Si, de la misma forma, por común acuerdo, esta criptomoneda se puede almacenar de manera segura, se pueden mantener registros confiables de las transacciones que se realizan con ella, no puede ser replicable ni falsificable, la criptomoneda adquiere la naturaleza completa de una moneda.
Si se dan cuenta, en ningún lugar de la definición de moneda se establece que la misma tiene que ser emitida por un banco central o que una nación garantiza su valor mediante su economía. De hecho, viendo los casos extremos de la hiperinflación que han sucedido a lo largo de la historia reciente, donde la moneda en países como Argentina, Venezuela, Zimbabue, Líbano y Sudán se devaluó a ritmos astronómicos, los países realmente no garantizan el valor de la moneda. Más bien, casi siempre se garantiza la pérdida de valor de sus monedas, por la inflación.
Por tanto, las criptomonedas, al ser aceptadas por una comunidad suficientemente grande de personas para llevar a cabo las funciones antes descritas, se convierten en verdaderas monedas. Sin embargo, el Bitcoin posee una característica adicional, que la hace única entre sus pares. En este caso en particular, no existe ninguna entidad legalmente identificable que la emita, a diferencia de las otras, por lo que los gobiernos que ven afectados sus intereses por la competencia que esta criptomoneda ejerce sobre sus monedas FIAT, no pueden demandar a nadie para sacarla del mercado o limitar su uso, como una más de esas tácticas de geoeconomía que se han vuelto tan comunes en la práctica monetaria internacional.
Dentro de esas tácticas mencionadas, se ha observado recientemente una tendencia a trasladar las monedas FIAT de los países a moneda digital. Es decir, se ha visto una tendencia en la cual varios países desarrollados han comenzado a promover la posibilidad de eliminar la moneda física y trasladarla al ámbito digital. A pesar de que esta tendencia les pueda parecer a algunos como el paso natural dentro de ese desarrollo tecnológico global, el hecho de tener todas las transacciones de una economía en una plataforma tecnológica en la que se puedan rastrear los orígenes y destinos de cada operación elimina totalmente la privacidad de los ciudadanos y a la vez los vuelve a todos en esas economías, vulnerables a cualquier tipo de acción sancionatoria, confiscatoria o sujeta al absoluto control de los estados que realicen esa migración tecnológica.
Y claro está, las criptomonedas como Bitcoin, se convierten en el mecanismo que puede debilitar esas estrategias, debido al hecho que, por su naturaleza, no son controlables bajo los mismos parámetros que las monedas digitales. Es por ello, que estas criptomonedas deben cuidarse de las tácticas geoeconómicas de los grandes actores geopolíticos.
Guatemala se encuentra aún lejos de estos peligros, toda vez que es una de las economías menos bancarizadas del mundo, por lo que su moneda FIAT, el Quetzal, seguirá siendo utilizada en su forma física por mucho tiempo.