Home Opinión No todo es lo que Parece: La Geoeconomía de China sobre Guatemala

No todo es lo que Parece: La Geoeconomía de China sobre Guatemala

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Hace algunos años atrás, dentro del contenido del curso que yo dictaba para una universidad guatemalteca al respecto de la Geopolítica, dije en varias de mis clases que el enorme poderío militar mundial, que incluye armas de destrucción masiva del tipo de las armas nucleares, químicas y biológicas, hacía que la forma de encarar conflictos entre países y entre otros actores geopolíticos como grandes organizaciones supranacionales (OTAN y alianzas internacionales de Rusia, para mencionar algunas) cada vez se alejaría más de la utilización de dicho poderío militar de destrucción masiva.

Desafortunadamente, nunca se puede descartar que algún líder de estas naciones u organizaciones internacionales piense que se puede limitar un enfrentamiento armado a unas pocas acciones en un teatro geográfico reducido. Es por ello por lo que hoy en día nos encontramos ante un creciente conflicto en la guerra de Ucrania y un conflicto preocupante en el Medio Oriente, en un enfrentamiento que inició entre Israel y Hamás, pero que ahora ya involucra a Irán y posiblemente se ampliará aun más a otros países con intereses geopolíticos en la región.

A pesar de esta escalada de los conflictos militares, que como dice el dicho popular “Se sabe cómo comienzan, pero no cómo terminan”, quiero enfocar este artículo en otra herramienta del arsenal geopolítico, la cual es quizás menos identificable como tal por las personas, pero de la cual seguramente más de alguna vez han percibido sus efectos, ya sea directamente o como espectadores de algún conflicto internacional. Esta herramienta es conocida como “La Geoeconomía”.

En la Geoeconomía, los actores geopolíticos, que son los entes capaces de desplegar acciones de este tipo, utilizan factores económicos para doblegar a sus adversarios. Vamos a considerar acciones geoeconómicas específicas de los dos actores geopolíticos más relevantes del momento. En el caso de China, podemos observar los bloqueos a las importaciones de productos de Guatemala, así como las crecientes prohibiciones a sus empresas exportadoras a comerciar con importadores del país. Por otro lado, en el caso de EUA, pudimos observar la inclusión de miembros relevantes de gobiernos pasados en listados de sanciones económicas como la Lista Magnitsky, que en la práctica provoca la muerte financiera internacional de los afectados al limitarles la capacidad de mantener relaciones con instituciones financieras y empresas norteamericanas. Así también el retiro masivo de visas a congresistas y a sus familias, que no solo les impide visitar Disney World, sino que les impide desarrollar negocios con dicho país.

Dos tácticas geoeconómicas realizadas con objetivos distintos, pero ambas utilizando herramientas del arsenal geoeconómico para debilitar a los afectados y así obligarlos a actuar de tal o cual manera que de otra forma quizás no habrían actuado. ¿Qué buscaba cada uno de esos actores geopolíticos al ejercer esas presiones sobre Guatemala? Eso es debatible y no es el propósito del presente artículo. Sin embargo, los mensajes llegaron al país de manera contundente y los mismos se pueden sintetizar en esto: “Nosotros tenemos la capacidad de golpearlos donde más les duele, en el bolsillo, así que es mejor que corrijan el curso en tal o cual camino y hagan lo que nosotros decimos, o de lo contrario podemos hacerles más daño”.

Otros casos similares se han visto en repetidas ocasiones a lo largo de la historia reciente. Desde el ya un tanto lejano embargo sobre Cuba provocado por el intento de convertir a la isla en una base de lanzamiento de misiles balísticos hacia los EUA, pasando por los embargos sobre Irán luego de que ese país experimentó una revolución donde se finalizó la monarquía y se pasó a un estado teocrático, y durante la cual los intereses de las grandes empresas petroleras del mundo, que estaban extrayendo petróleo allí, se vieron gravemente afectadas.

Así también, los repetidos embargos sobre Rusia, luego de las dos invasiones a territorios ucranianos y los embargos y sanciones sobre Venezuela, luego de habérseles iniciado procesos penales a miembros de su gobierno por narcotráfico.

Todos estos embargos y sanciones tienen un elemento común entre sí. Los países que aplican los embargos y que colocan las sanciones desean obtener un efecto sobre los países, las instituciones (como los congresos y las cortes, entre otros) y los individuos a los que castigan sin necesidad de desgastarse con acciones militares violentas que les costarían vidas y recursos. Y sin excepción, estos actores geopolíticos ya pudieron experimentar efectos positivos sobre sus objetivos geopolíticos, es decir, estas acciones les han dado resultados positivos.

Ahora bien, lo importante para los que son afectados por estas acciones geoeconómicas es, número uno, saber qué es lo que el agresor quiere. En el caso de China, es obvio que desea enviar un mensaje contundente al gobierno de Guatemala sobre la posición de este último con respecto a Taiwán. De hecho, el año pasado, alrededor de las fechas del aniversario de independencia de Taiwán, el gobierno chino se expresó claramente a este respecto diciendo que cualquier país que apoyara a Taiwán era enemigo de China. Y ser enemigo del segundo país más poderosos del mundo no es poca cosa, especialmente cuando las cifras de comercio internacional entre ambas naciones no son despreciables. Si no, que les pregunten a los exportadores de macadamia, que se enfrentan a resultados catastróficos por dichos bloqueos.

En segunda instancia, es importante que los países afectados sean capaces de reaccionar rápidamente a la agresión. En el caso particular de Rusia, las sanciones occidentales sobre dicho país y sus ciudadanos han sido fuertes, al grado de unilateralmente decidir congelarles fondos no solo estatales sino también privados e incluso expropiarles a sus ciudadanos propiedades muebles e inmuebles sin ningún tipo de juicio que se los mandara. De la misma manera, les bloquearon la capacidad de exportar sus productos a occidente, incluyendo materias primas, productos elaborados e incluso petróleo y gas.

Sin embargo, Rusia reaccionó inmediatamente y pudo encontrar otros destinos para sus exportaciones e incluso tuvieron que diseñar sistemas de pago nuevos para pagar y cobrar de manera internacional. Esto le permitió mitigar los efectos de estas estrategias geoeconómicas e impedir efectos catastróficos sobre su economía. De hecho, algunos analistas sugieren que su economía se encuentra mejor que antes.

En el caso de Guatemala, a pesar de que los recursos son menores y las capacidades son más limitadas, es necesario salir en apoyo inmediato de los exportadores e importadores afectados y no únicamente quedarse viendo como numerosos empresarios se ven afectados por acciones dirigidas no en contra de ellos en lo individual sino en contra del gobierno y sus políticas de relaciones exteriores.

Desde otro ángulo, donde las percepciones no se alinean a las realidades, espero que esta situación no sea una manipulación conjunta entre el gobierno de la República Popular de China (RPC) y el de Guatemala, a través del cual se pretenda crear una excusa para que Guatemala rompa relaciones con Taiwán, bajo la excusa de que Guatemala no puede afrontar la presión china, y de esa manera evadir los compromisos adquiridos con EUA. Dicho esto, conociendo como funciona el mundo, no debemos descartar esa posibilidad. Especialmente considerando lo dicho por altos oficiales de la RPC, quienes recientemente han expresado de manera muy clara que cualquier país que se interponga en el proceso de reincorporación de Taiwán a la RPC, se considerará como un enemigo y será destruido.

Ya no seamos los cangrejos que nos jalamos entre nosotros para que ninguno salga de la olla, convirtámonos en aquellos que nos ayudamos entre nosotros para que todos podamos salir de ella. Exijamos a nuestras autoridades que tomen responsabilidad de las dinámicas geopolíticas en las que están enfrascadas en representación de nuestra nación, no solo para resolver los problemas urgentes sino para establecer un plan de nación que nos lleve a controlar nuestros destinos con miras al futuro.

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